jueves, septiembre 29, 2011

"Némesis" Philip Roth

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En el verano de 1944 una epidemia de polio se extiende por Newark, New Jersey, siendo el barrio judío de Weequahic una de las zonas más castigadas. Eugene ‘Bucky’ Cantor, joven profesor de educación física en una de las escuelas del barrio, será testigo de las terribles consecuencias, no sólo médicas, de la propagación.

Así comienza “Némesis”, corta novela de Philip Roth que es la segunda que leo suya. La primera fue “Indignación”, otro texto que analizamos con la habitual profundidad e inteligencia que solemos emplear en este lugar. Al igual que en ella, “Némesis” es una novela asentada en dos ideas: En la primera, tal vez apetecible para los creyentes en temas sobrenaturales, de pensamiento mágico y cuentos de viejas, se nos plantea la siguiente pregunta: ¿No será el Diablo la verdadera fuerza creadora, siendo Dios no más que otro de sus múltiples apariencias y nombres, incluido el propio de Némesis, la diosa griega de la venganza? Apuntemos que a la par de la epidemia de poliomelitis, el ejército norteamericano está siendo diezmado en el Pacífico.

La segunda, para nosotros más interesante, es la determinación del azar en el devenir de la existencia y contra el que nada se puede hacer. Algo así como la máxima que dicta: “No te preocupes porque por muy bien que lo hagas, siempre habrá un japonés que lo hará mejor que tú”. Es el propio Roth, en boca del narrador de la novela, que sólo nos será revelado en la tercera parte tras un guiño al lector a poco de comenzar, el que lo resume en esta apreciación: “Toda biografía está sujeta al azar y, empezando por la misma idea, el azar —la tiranía de la contingencia— lo es todo.

La tiranía de la contingencia”. No lo olviden. Toda la novela se desarrolla en torno a esta frase.

En resumen, que si se encuentran con el ánimo henchido de optimismo, dispuestos a celebrar el otoño silbando cualquier cancioncilla, mejor que alejen de sí este cáliz; pero si se hayan sumidos en la depresión no duden en justificarla y háganse cuanto antes con su ejemplar.

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viernes, septiembre 23, 2011

Maravillas del Mundo, 14

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Volvió el hombre


Una vez superada la 17ª Recesión, constituido en septiembre de 2058 el Gran Gobierno de los Ayatolás y adoptada la Sharia como norma para aplicar en todo el Sector Ibérico, la población masculina, haciéndose eco de los sabios consejos que con firmeza publicaban los Cadíes en los periódicos murales, abandonó los antiguos usos del afeitado y depilado propios de aquel “Hombre Reptil” que gozó de fama tan pasajera como vacua, para retomar el uso de la larga y poblada barba que atestiguaran una masculinidad que a punto estuvo de ser perdida.

Para todo ello nos fue muy útil la aparición en el mercado de este crecepelo (que aunque derivaba del original ‘Abrótano Macho’, un avispado comerciante le había encontrado nuevas y oportunas aplicaciones) que quiso ser remedio para los lampiños que vieron en su falta de pilosidad un freno a la integración en la nueva sociedad. El éxito del producto, a lo que sin duda ayudaba el prestigio de su alto precio (casi 1.000 Neokópecs) , fue fulgurante.
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Podrá encontrar más "Maravillas del Mundo" en este mismo blog utilizando el buscador que ponemos a su disposición en la esquina superior izquierda. No deje de ilustrarse sobre el futuro.
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sábado, septiembre 17, 2011

Solución al Damero Mardito, nº 29 (septiembre)

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A continuación, pasamos a desvelar la solución al último Damero Mardito (nº 29, septiembre), aprovechando como siempre el momento para enviar un afectuoso saludo a nuestros distinguidos seguidores. Muchas gracias.

"En la planta baja de la casa un tapiz desgastado y antañón decora el vestíbulo. Se detuvo ante un dibujo enmarcado. La imagen representa la plaza de un villorrio desierto."

A. Justicia
B. Ensillad
C. Adoptar
D. Nuda
E. Tenedol
F. Empate
G. Ultrajen
H. Luneta
I. Espoleta
J. Lavan
K. Ovular
L. Soez
M. Cayado
N. Arrancad
Ñ. Nazimiento
O. Invasor
P. Bedel
Q. Abrigad
R. Lengua
S. Estepeño
T. Sobad

Acróstico: Jean Teulé, "Los caníbales"

miércoles, septiembre 14, 2011

La música del azar

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LA VACA Y LA VENTANA


La historia es sobrecogedora y prueba fehaciente de lo que ya sabemos, que vivimos inmersos en una sucesión de cuentos que superan, o al menos igualan, toda ficción. Fijense:

Comienzo la mañana escuchando en la radio una noticia sobre un hombre que conduce una camioneta. Ha salido de un pueblo cercano donde ha terminado su turno como vigilante de seguridad y se dirige a la ciudad. Son las siete de la mañana y aún no ha amanecido. De repente, y en plena autovía, se le cruza una vaca. Una vaca que en la carretera se convierte en montaña enorme. La camioneta impacta contra ella y a consecuencia del choque, tanto el hombre como el animal, mueren. Esta fatalidad que podría resultar incluso cómica, primero por protagonizarla una vaca y segundo por la mala suerte de encontrase con una vaca dada la poca abundancia de ellas en la zona, deja de serlo, claro, en cuanto el resultado del impacto resulta mortal para ambos. En todo caso, las posibilidades de una coincidencia como ésta debieron ser aún menores para que al infortunado conductor, en una broma matemática, le hubiera tocado un premio gordo en la lotería.

La mañana continua y cuando regreso a casa, a eso de las tres y media de la tarde, encuentro a mi mujer en la cocina en un estado cercano a la histeria, le tiemblan las manos, no quiere que los niños escuchen lo que tiene que decirme. Balbucea. Cierra la puerta: Me comenta que diez minutos antes de mi llegada, una vecina del bloque de viviendas situado frente al nuestro se ha tirado o se ha caído desde una ventana de un séptimo piso. Mi mujer ha escuchado el golpe tremendo. Cuando me lo contaba, todavía se encontraba el cadáver en el suelo del patio comunal sobre un charco de sangre que se proyectaba como un haz de rayos rojos bajo la cabeza. No he querido mirar. Ya estaban allí la policía y los del 112. Mi mujer había visto a la desgraciada vecina pocas horas antes limpiando ventanas, por lo que sostiene que la caída ha sido fortuita, que se le “ha ido el cuerpo"; aunque por otra parte, ha sido una suerte que no hubiera niños ni nadie en el patio (en el patio hay una piscina que se cierra precisamente a las tres de la tarde).

Será ya por la noche cuando nos enteremos de todas las negras circunstancias que han concurrido en el suceso. La mujer, nuestra vecina, una mujer todavía joven, era viuda y había comenzado una nueva vida con un hombre tras unos años sumida en la depresión. Ambos hacían vida en común, y los queremos imaginar, por qué no, felices y enamorados. Tenían previsto mudarse a una localidad cercana, y por ello la mujer se afanaba en estos días en tareas de limpieza, organización y empaquetamiento de los enseres y muebles del piso que iban a dejar. Sorpresivamente, en plena labor, recibe una llamada telefónica en la que se le comunica que su compañero ha tenido un mortal accidente de tráfico. De manera confusa se nos explica también que la mujer debía dirigirse al tanatorio a reconocer el cuerpo de su hombre amado. Suponemos su desesperación e impotencia ante la muerte y ante la destrucción de sus ilusiones tras vencer el dolor de un anterior fallecimiento. De alguna forma, se nos dice, la mujer no abandona la casa y poco después, esperando a que cierren la piscina, decide poner fin a su vida. Se tira por la ventana. El tiempo transcurrido entre la llamada y su decisión no debió sobrepasar la hora más solitaria y terrible.

Como ya habrán supuesto, su compañero muerto no es otro que el hombre que a las siete de la mañana chocó contra una vaca. Toda la concatenación de hechos se ha desarrollado y concluido en ocho horas.

Sept. 2010
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viernes, septiembre 09, 2011

Niño athlético

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Yo fui un niño del Athletic. Un niño extraño que en el corazón del beticismo y el palanganismo y a causa de una carambola geográfica-familiar eligió a los aldeanos, luciendo por los secarrales del barrio una flamante equipación de camiseta rojiblanca y pantalón negro. Llevaba en la espalda el número nueve que era el de Uriarte (Fidel Uriarte Macho, temporadas 68-74), aquel delantero que se hartó de meter goles con su cabeza paralelepípeda.

Lo de flamante equipación fue al principio; los días inmediatamente posteriores a la jornada de Reyes, ya que tras el primer paso por la lavadora las rayas rojas destiñeron manchando no sólo las blancas sino perdiendo la nitidez del primer apresto. Así, a lo lejos, la camiseta parecía ser rosa como si en vez de pertenecer a un equipo de Leones fuera propia de otro de gays de la época. Por otra parte, el pantalón estaba confeccionado con un tejido tenaz, inasequible al doblez y que, una vez puesto, formaba unos abultamientos alrededor de las caderas y un vuelo de perniles que semejaba una falda ahuecada por un varillaje de paraguas.

Un urbanismo de jaramagos y ardientes solares tapizados de vidrios y latas fueron los paisajes que contemplaron mis torpezas futbolísticas, el perfecto marco de aquella pobreza de albaneses. No metí un gol en la vida y mis habilidades con el balón se limitaron al chut casual con la rodilla o al regate a mí mismo, cuestiones éstas que hicieron que mi afición por los del Bocho fuera tomada con poca seriedad en el entorno. Con todo, mi amor era sincero y así, con tabarra de insecto conseguí que me compraran en el quiosco una revista dedicada por completo al Athletic. Eran, ya digo, los tiempos de Uriarte e Iribar, de Sáez, Larrauri y los hermanos Rojo, de Beltzúe, Arieta y Aranguren, de unos jovencísimos Ortuondo y Clemente. Allí en fotografías estaban todos, con sus bocas pequeñas y sus vascas cabezas braquicéfalas tan alejadas de los rostros juanetudos de nuestra cantera provincial.

Mi tesón obtuvo finalmente un premio desmedido. Un vecino que trabajaba de maletero en un hotel del centro de la ciudad, resultó ser también del Athletic. Le presté mi revista con la solidaridad de quien se sabe desguarnecido, pero el entusiasmo inicial derivó en enfado porque pasaron semanas sin que me la devolviese. ¿Qué podía hacer yo, un niño, frente a un hombre mayor que además era padre de dos amigos míos? Acabé por resignarme ante tamaña pérdida.

Fue un lunes cuando al volver del callejeo, la abuela dijo: "Toma. Dice Alfonso el del quinto, el del hotel Colón, que esto es tuyo". Me sorprendió recuperar una revista que creía perdida en las manos de aquel desconsiderado. En un papel oculto entre la portada y la primera página, Alfonso había escrito con su letra menestral: "No te preocupes por los ocho goles que nos metió ayer el Betis. Nosotros somos los Leones". Luego, al pasar las hojas, vi que en las fotos, incluso en el póster central, todos los jugadores del Athletic Club de Bilbao, aquellos Leones de Alfonso y míos, habían estampado su firma.

lunes, septiembre 05, 2011

Damero Mardito, nº 29 (septiembre)

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¡Ahora también en Audi-o-frescrito!

Para combatir estas mandangas septembrinas que ahora comienzan y que nos envían las últimas calores y las primeras lluvias, nada mejor que ponerle fondo musical a la resolución del damero mensual. Para ello, reclamamos en el Tubo la presencia de Jimmy ‘Narizotas’ Durante, tal vez el autor de la versión más austera y recogida de “September song” de Maxwell y Weill.

¡Jimmy, sal ahora mismo!:

"September song", Jimmy Durante, 1955

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¿Dónde conseguir el Damero de este mes? Pues como siempre, gratis total en su kiosco habitual. Aquí:
El Damero del Vecind(i)ario
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jueves, septiembre 01, 2011

Solución al Damero Mardito, nº 28 (agosto)

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A continuación, pasamos a desvelar la solución al último Damero Mardito (nº 28, agosto), aprovechando como siempre el momento para enviar un afectuoso saludo a nuestros distinguidos seguidores. Muchas gracias.

"Oyó que un locutor de la radio decía que eran las diez. Bajó corriendo las escaleras y reunió a más niños.Cuando los hacía salir por la puerta advirtió que faltaba Mark."

A. Bálano
B. Redaños
C. Euskaldún
D. Nubes
E. Decir
F. Áspid
G. Novilunio
H. Odies
I. Chafar
J. Aquietar
K. Rapsoda
L. Rayuela
M. Occidiente
N. Lolas
Ñ. Lacrar
O. Lijo
P. Ayatolá
Q. Maquete
R. Arroz
S. Moquero
T. Arisco

Acróstico: Brendan O'Carroll, "La mamá".
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