miércoles, septiembre 22, 2010

"Nada" Carmen Laforet

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No creo que este año lector, en lo que le queda por transcurrir, me depare una sorpresa tan grata como esta relectura de “Nada”, la novela de Carmen Laforet que ganó el premio Nadal en su primera edición allá por 1944.

La leí en el 91, y he vuelto a ella impelido por un reciente pase de la versión cinematográfica que hizo Edgar Neville y en la que intervino el Sr. Feliú (y que según me informó, en realidad el proyecto fue capricho de Conchita Montes, la compañera sentimental del orondo director e inventora de los Dameros Malditos, a la que se le había metido en el chichi hacer de protagonista). Pero la verdadera protagonista de la novela es Andrea, una muchacha de dieciocho años que llega a Barcelona para ingresar en la universidad. En la ciudad desconocida y atrayente se alojará en la calle de Aribau, en la casa de unos familiares cuyos miembros —su abuela, sus tíos y una chacha— mantienen unas relaciones demenciales marcadas por la pasada guerra. Dos escenarios son los principales. De un lado, el piso burgués donde se acumulan los muebles como se acumulan las personas, puro material de aluvión, reflejo de un pasado opulento, y donde sus habitantes se encuentran degradados hasta la animalidad. De otro, el mundo luminoso de la calle, de la amistad y de iniciación vital que finalmente determinará a la protagonista.

“Nada”, novela brutal, opresiva y obsesiva, con una carga aberrante y sexual que demuestra que la censura en España podía ser feroz pero absolutamente arbitraria (como no podía ser menos en un país como el nuestro donde la falta de rigor es característica nacional), sujeta a los caprichos de unos censores que se guiaban, al parecer, según lo que hubieran cenado/mojado la noche anterior. "Nada", cuya relectura me la ha devuelto inédita, es una novela imprescindible, no sólo para conocer la literatura española de determinada época (incluso la literatura española de todas las épocas) sino para excitar ciertas papilas gustativas que creíamos extintas por falta de faena y abundancia de blandenguerías en el mercado editorial. Sabores de tal intensidad que hasta me llevaron a dar un largo paseo por la desconocida y barcelonesa calle de Aribau a bordo del Street View, con la esperanza de tropezar —tal vez siga allí— con el aire que levantaba el abrigo pobretón de Andrea...

Por favor, no se la pierdan.
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5 comentarios:

Ignacio dijo...

Pues si Manolo, a mi me pareció una gran novela. Cuando mi primer arrechucho cardíaco, compré la revista Clío y me la regalaron con ella. Año 2005, que tú te acordarás. Y, aunque la empecé un poco receloso, pues había leído comentarios sobre lo mal que había envejecido, me pareció lo que a ti: cruda, dura y real por desgracia. Todo ello contrapuesto a sus vivencias universitarias y sus amistades y amores de juventud. Creo que la grandeza de esta novela está en su aparente simpleza. Es la típica novela que, él que no sabe lo que es escribir medianamente bien, dicen "¡coño, esto lo escribo yo!" No se dan cuenta que, lo aparentemente sencillo, cuesta mucho más que llo rococó.

Miguel dijo...

Leí esta novela también hace muchos años, en mi infancia. Era un libro viejo que encontré en una caja de cartón, apilado con otros muchos. Guardo un gratísimo recuerdo de él, no tanto de la historia o de la calidad literaria como de las sensaciones que su lectura me produjo. Del resto de noveluchas que habitaban la caja no puedo decir lo mismo :-)

Unknown dijo...

Algunas veces, cuando paso por Aribau, pienso en la novela. Nunca me ha parecido la misma calle.

Anónimo dijo...

También la leí hace ya mucho, y me transmitió la misma impresión de desolación. Y también me asombró que la censura dejase pasar esa pieza, nada complaciente con la situación de entonces, y que hasta fuese uno de los libros que salían en los textos de nuestro bachillerato.
Y desde luego, estoy de acuerdo en cuanto a la atrofia papilar que el uso continuo de papilla conlleva.
Gracias.

El Abuelito dijo...

Vi la peli de Neville y ¡oh vergüenza! no leí a doña Carmen... eroor que el tiempo va a subsanar...